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Pasamos parte de nuestra vida, buscando lo mejor para nosotros, buscando algo mas que mejor, buscando la perfección; ese paraíso que tanto soñamos desde pequeños, de grandes seguimos teniendo la esperanza de que algún día no muy lejano se vuelva realidad. Cuando somos niños siempre queremos lo mismo: ser famoso, tener una casa muy grande, el esposo más bello, etcétera. Pero cuando crecemos un poco más, y llegamos a la etapa de la adolescencia, maduramos. Y ya no soñamos con ser famoso o esas cosas, queremos una familia que nos ame, un esposo, 2 o 3 hijos, una casa lo suficientemente grande para mantenernos…
Cuando crecemos, tenemos todo eso, nos damos cuenta de que nuestros sueños de ayer, son la realidad de hoy, y nos sentimos muy completos. Nos damos cuenta que el paraíso estaba muy cerca de nosotros, todo el tiempo. Que esos sueños de ser famoso, no eran más que ilusiones, entonces, la mitad de nuestra vida nos la pasamos buscando el paraíso de fantasía. Pero, después entendemos, no hay que buscar ningún paraíso, porque ya tienes el paraíso, sólo que no lo sabes ver.
Si eres un niño, tienes a tu familia que te ama o a tus amigos que darían todo por ti. Tienes ese muñeco que tanto admiras, y esos juegos que no quieres dejar.
Ahí está tu paraíso.
Si eres adulto, tienes a tus hijos, tu esposo, todos ellos que te dan fuerza día a día. Si no, tienes ese trabajo que tanto amas aunque a veces lo ves difícil. De una manera u otra, tienes que tener a ALGUIEN.
Ahí está tu paraíso.
El paraíso es tu mamá que todos los días te da un consejo nuevo, el paraíso es tu papá que aparta un tiempo en su trabajo para dedicártelo a ti, el paraíso es tu hermana que cuando pelean, sientes la necesidad de pedirle perdón. El paraíso es tu amigo, que cuando menos te lo esperas, está ahí para darte su apoyo.
Así pues, dejemos de buscar esa perfección, porque existe en donde menos te lo esperas y en donde menos la buscas.
Yo ya tengo mi paraíso, y tu?
Eso es todo por hoy.
Maf.